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Mostrando las entradas de noviembre, 2020

carta

Carta póstuma Si un dia quisiera encontrarte, no iría a Google, ni al directorio telefónico, ni siquiera a tu vieja casa, solo me adentraría a soñar.  Que te idolatro me han dicho desde que te conocí, porque la gente minimiza todo el tiempo; el milagro de una sonrisa, el milagro de un beso. El milagro que sigues siendo en mi vida es díficil de explicar. 

el beso que me debe el destino

Siento un nudo en la garganta desde que te conocí.  Vi la posibilidad de no ser honesta el cien por ciento del tiempo y de no tener que esconderme tras un maquillaje social, vi que lo mas simple es lo que te conquista y criticaste mi silencio.  Cuando te dejé partir quise ser fuerte, quise no sucumbir al llanto, quise parlotear sobre la forma de nuestros pies y como se rozaban al acostarnos juntos;  quise estar un rato sin sentir que un crater me tragaba. En una servilleta he escrito todas mis historias de amor y adiós. Y en una tableta hecha en China he leído historias de apego, de crimen y sé que a veces no hay puntos en que ponerse de acuerdo, también para el amor hay un pábilo que se está consumiendo en la cueva de alguna deidad ancestral.  El porque es lo unico interesante que sigo viendo.  El primer poema que te escribí  lo tiré, por pena, a que tú lo leyeras, lo recuerdo y me da mucha pena, hablaba de beber champaña contigo.  En ese poema y en t...

fragmento de diario

En punto de las siete salí de mi casa con una mochila verde al hombro, iba a una comunidad al noroeste. Un auto de medio millón de pesos debía trasladarme pero ese día no tuve chofer. Me despidió papá en un paradero de buses, subí al autobus y saqué un libro (la odisea si la memoria no me falla) de la mochila lo acomodé encima de mis piernas y continue las aventuras del héroe. Un momento cerré los ojos, tenía sueño, tenía ganas de volver a recorrer tus besos sobre mi cuello, pero el dolor se encendia, abrasaba como el sol más potente, esos besos viajaban en moto en un lugar recondito, con niebla y con mapas de Edimburgo. Se me apagó la sonrisa. En el asiento del frente un chavalo alto, moreno me miraba con el interes suficiente para que me diera cuenta, fantaseé con que fuera agradable y era tal mi deseo que cuando me empezo a hablar empecé a contestar preguntas y dijo que estaba lista para casarme, tamaño imbécil, no tenia ni una pizca de humildad. Se presentó como un médico, el más i...

es así

Estás en un punto a y yo en el b.  Entre los dos hay sexo, mentiras, traición, una canción viajera, un autobus, una metropoli, un arma, una botella de licor, sobornos, una raya, un apocalipsis, una fábula sin hada, sin ratones, sin calabazas.  ¿No es siempre así? Cuentas glosas para edificar juicios de valor. Cuentas la posición del enjambre y con el índice mides de que dirección viene el aire y a dónde va.  Prestidigitador obseno, indolente, ansioso de borrar la puerta por las buenas artes o por los efectos del alcohol y la presion de la tarima.  No sé si es bueno ser consciente que eres la elegida para llevar corse y mallones o para esperar algún poema escrito con sangre y ortografía, nunca he sido mujer.  El punto b es la cumbre de la montaña del humilde Sísifo.
Mi cuerpo chocó con tu atmósfera, hubo frío, hubo fuego y también promesas de amor. No puedo decirte que era lo más importante, pero lo que más recuerdo es la sensacion del vacío y la certeza de ir sin paracaidas. 
Llegó al cuarto de hotel encaprichado y yo nerviosa andando en una calle desconocida. Esas calles empedradas me recuerdan los laberintos que de ven en ciudades como Parral, cuando uno es chico todas las travesuras que valen la pena se hacen en callejoncitos de esos. Cuando llegué a la habitacion doscientos once, las flores se tragaron una aspirina, saludaron a mis amigas, se probaron las gafas de sol, descansaron seis horas frente al televisor, frente a un mar furioso. ¿Cómo supe que la bobería venía de usted?  Salí y estaban los chicos elegantes, vestidos de frac con sus mandiles de masoneria en la maleta, con cheques de viajero en la cartera y uno miraba mi escote sin disimulo. Me abrí paso en la línea de más sol para tener a raya el invierno, llamé a mi papá como en los viejos tiempos. Otras tres horas y el sol se ocultó. Me adentré en un antro, vulgares heteros, vulgares mujeres entregadas al vomito, al maquillaje, a la fantasía de bajarle el galan a su amiga, a jugar con el ri...