Las personas a cierta edad, logramos comprender al efecto que contienen las relaciones de pareja como parte del entorno en el que existimos, y esto motiva a incluirlos dentro de nuestros fines humanos, y que de ahí se deriven explicaciones de lo que es el amor, si bien, dentro del cuadro colectivo donde subyacen estas representaciones, hay modos tergiversados que debaten constantemente nuestra lógica, podríamos fácilmente culpar al sin fin de guiones que nos presentan aquellas histriónicas escenas de libros o películas de amor, que envician nuestros modos de vivir y determinan el deber ser de lo romántico como una figura auténtica. La realidad como en todas sus formas, es brutalmente atroz, porque va más allá de estas interpretaciones culturales, que siempre encuentran su división principalmente en la biología y la sociedad. La mayoría de las cosas que construye la sociedad , tiene como fin la búsqueda de poder y control de formas automáticas, y esto para nada está exento de pertenecer dentro del ámbito de lo romántico, un cúmulo de lógicas sexistas y violentas, que no nos son fáciles de identificar porque nuestra óptica muchas veces subsiste desde un espectro androcentrista y que innegablemente, suele corresponder como hecho aceptable dentro de la biopolítica, por consecuencia, esto nos hace cómplices de todos los credos dominantes.
La biología nos afirma y esto lo podemos decir abiertamente, que la emoción que genera el efecto del amor, está saturado de intensidad y energías que componen a nuestras emociones y nos dan vitalidad, así como también alteran a nuestro sistema nervioso, mismas que se penetran en nuestro organismo y tienen el comportamiento de una droga, ¡porque evidentemente lo son!, y como lo he reiterado en varias ocasiones, nuestro defecto de ser un animal bastante social, nos convierte en participes de la inefable búsqueda de nuestra media naranja, cuando el efecto está cargado en el cuerpo, la responsabilidad temprana de la sociedad se dispara, y aquí es donde encontramos demasiadas caras falsas, que como dije antes, el amor en este caso, va condicionado al poder como constructor social, el corolario mágico de las palabras, el buen trato como ritual de iniciación, los guiones que uno supuestamente debe de imitar y el no tan moderno trastorno del narcisismo entre otras prácticas, contienen esa fuerza de aceptación en su falso deber ser, hoy en día es frecuentemente etiquetado con el nombre de relaciones tóxicas, pues según está concepción, es como si se tratara de una secuela nociva para la salud tanto física como mental.
Las redes sociales son un referente habitual en nuestros días para la búsqueda del amor y por supuesto que esto no es para nada malo, aunque nuestra generación muchas veces tiende a buscar esa falsa aceptación en las identidades personales que juegan un papel importante en el panorama digital,engloban todo un acervo de criterios de aprobación esto tiene como resultado, que se exponga un sin fin de avatares por selección, y se construyan prejuicios a partir de lo material que puede llegar al punto de cosificar a la persona, también tienen una dura orientación a ser desechables, porque si el producto no me gusta, entonces me deslizo a la fugacidad. Todas estas praxis nos vuelven un objeto de consumo y ávidos consumistas del "amor", porque romantizamos las características que posee cada persona. Y al final con la formación de todas estas ideas, nos envolvemos en un círculo vicioso como lo que teoriza el El Triángulo de Karpman.
Podemos examinar soluciones simples, sin embargo la exploración hacía el equilibrio de lo bueno en el amor, tiene una posible respuesta, bajo un punto de vista básico y propio de la psicología, la cual manifiesta que amar, va de la mano con el respeto hacía la otra persona y el como ir entendiéndola con el paso del tiempo, aunque inevitablemente esta última parte sea de la más complicadas, porque siempre juzgamos desde nuestro esquema de valores, y esto tiende a ser demasiado subjetivo pero desde mi perspectiva, siempre me inclinaré a formar un bienestar humano en conjunto, aunque todo lo mencionado anteriormente parezca demasiado utópico, esta vía de bienestar es más simple y fiel a mi realidad, y creo también, desprender esas ideas que han contaminado nuestras formas de buscar y llevar a la práctica el amor.
Me encanto y muy cierto
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