Quería diez minutos para despedirme de ti. Siempre he tenido la teoría de que el inconciente no sólo contiene los impulsos que podrían avergonzarnos, también lleva una parte de nuestra pureza. Al filo del análisis del comportamiento interiorizamos las debilidades y a veces los sentimientos, en esa época te encontré y esa fue la causa de hacernos no felices, del mundo percibias ese aprendizaje de no ser debil, no involucrarte con una estudiante promedio, no dejar que se ilusionara con la posibilidad de un anillo de compromiso, no confiar.....
Yo a la par que el mundo te iba repitiendo, soy yo puedes confiarme cualquier inquietud, cualquier desesperanza.......
El día que te juzgaron, me quedo claro que hay gente que te duele por siempre, que la justicia en este país se extravío desde el Porfiriato. Ni siquiera tuve algunos minutos con sabor a recuerdo, porque todo se precipita, el abogado se disculpa, otro abogado promete que habrá otra instancia, un guardia te levanta y te guía hasta el pasillo y entonces ya están suspendidos tus derechos y colgado ahí en el martillo del juez, el amor que no puedes llevarte como la cadena de San Nicolás.
A veces imagino que despierto y tomo tu mano, que miramos juntos el solar, que me dices como cuidar tu naranjo, que lloras en silencio, que sin compasión paso mi mano por tu rostro, que dices que quisieras evitarle esa pena a tu madre; como si las madres no fuéramos conscientes de todos estos riesgos. A veces imagino que mis manos pueden moverse por tus brazos y tus hombros, que puedo hacer más que orar porque tengas comida, una cama donde descansar y esa sonrisa que te empeñaste siempre en esconder bajo la carcasa de señor.
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