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tic tac

Estaba sentada junto a la puerta café de su casa. Donde se desarrollaba su vida. Quería tocar la puerta y encontrar sus ojos, pero no lo hice, luego de un rato y sin querer volver a la calle me senté. La norma social dice que lleves flores o vino, y dice que seas rimbombante si te vas a disculpar. Nos dice que lleves un arma cargada, mano firme y dejes el auto encendido si sólo vas a matar. 
Eran cerca de las siete y pensé que saldrías de un momento a otro y ningún oso que hubiera tenido en la vida se parecería a eso. Pedirías una explicación y el arco de tus cejas hablaría de la sorpresa. Por fortuna puedo ofrecerte un café. Ir por un café es una tregua más que una invitación. 

Las siete de la mañana es la hora que siento más ansiedad, la jornada está por empezar, un turno de trabajo en una oficina común donde la gente se divide en dos la que se desvelo y la que no. Me parece que a esa hora el tiempo vuela, siempre en minutos ya debes estar en otro lugar viviendo de otra forma. Pero yo estaba estancada, sentada sobre un patrón en la cerámica con marcas grises. Un rato paso y empecé a sentir la boca de mi estómago adolorida. Empecé a notar el frío instalado entre mis nalgas y la espalda y doble un rato las rodillas. Después de todo era lo mejor que no hubiera salido aun. Se me ocurrió que podía escribirle una nota y dejarla debajo de la puerta. Desistí de inmediato, si estaba dentro abriría enseguida y lo que vería no sería la mujer que soy sino una lunática muda apresurada en llegar a la escalera; si era el caso que no estaba una vez que viera la nota cambiaría su horario de ir al gimnasio y la chapa. 
Eran cerca de las doce cuando fui consciente que estaba hambrienta, eso que dicen que el amor quita el hambre no se si sea mito o pasaba a las generaciones de antes pero no a mí, quería al menos un licuado y un sándwich de salchichón Chimex. La mitad de la mañana había estado atenta a la manija de una puerta, es decir ociosa. Debí llevarme un comic, no quita la ansiedad pero distrae, mi personaje favorito es gambito ¿sabías?. En ese arrepentimiento pasó una hora. Miré al azar alguna de sus fotografías, vi dos mensajes, de gente tan desconocida que no sabía cómo responderlos. No eran relevantes pero no respondí sentí un miedo grave de que supieran dónde estaba y qué estaba haciendo. 
Por la tarde iré por un batido de esos que me invitaste una vez. Son dulces, industriales están lejos pero tienen unas hermosas servilletas que me recuerdan tus garabatos. 
Esperé el 70 por ciento del tiempo que estoy despierta en un día ordinario sin pensar en gran cosa. Averigüe que tocar una puerta es de las cosas que me han parecido más difíciles en la vida. Cuando hablamos de aquel examen de física no sabíamos de qué hablábamos. Fue extraño que nunca puedo ni pensar por pasear por esa calle y al franquear ese espacio y llegar a la puerta, justo ese día ni tu cuerpo ni tu alma anduvieron por ahí.  
El mundo seguía ahí, los arbolitos sin podar, mi auto polvoriento. Me fui. 

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